En Quietud, el artista y arquitecto Mario Sespede explora modos subjetivos de comprender la figura humana y su vínculo con el paisaje. En estas obras recientes, el artista se pregunta cómo puede la pintura hacer visibles las conexiones que existen entre los seres vivos y con su entorno.
Figuras flotantes fusionadas con lo silvestre, caminantes sin rumbo, equilibristas concentrados y bosques tan densos como silenciosos. Son atmósferas sutiles, construidas por infinitas capas, con las que busca crear espacios y tiempos para detener la mirada e imaginar narrativas, sentidos y devenires posibles.
Sus trabajos respetan la lentitud y la complejidad de los procesos orgánicos. Aunque como seres humanos solemos percibirnos separados de la naturaleza, estas composiciones nos recuerdan sistemáticamente que esta disociación no es posible. En palabras de Mario, la pintura es para él “un campo fértil para ensayar la pausa, la observación y la sensibilidad por aquello que nos sucede a todas las personas”.
